jueves, 11 de junio de 2020

Clase 12 de junio. 4º Académicas.


Buenos días chicos:

Hoy terminamos el trimestre. Así que mucho ánimo que ya está superado esto. Para terminar, como ya os dije, seguimos con la preparación a bachillerato. Para ello, debéis realizar un comentario de texto (tenéis hasta el domingo a las 23:59) siguiendo la guía que os acabo de enviar al correo. OS RECUERDO QUE HOY DEBÉIS ENTREGAR LAS ORACIONES DE LA SEMANA. 

Acordaos que no debéis ir contestando a preguntas sino que tenéis que escribir todo seguido, bien redactado... 

De verdad que esto os puede venir bien no solo para lengua, sino para la mayoría de asignaturas, redactar bien es algo fundamental para alumnos preuniversitarios.

Aquí os dejo el texto que debéis comentar, obviamente tiene que ver con el último tema que hemos trabajado.

Fragmento de Cien años de soledad, Gabriel García Márquez
... A pesar de que el coronel Aureliano Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios, la
bella, era en realidad el ser más lúcido que había conocido jamás, y que lo demostraba a cada
momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la abandonaron a la buena de Dios.
Remedios, la bella, se quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a cuestas,
madurándose en sus sueños sin pesadillas, en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios, en
sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una tarde de marzo en que Fernanda quiso
doblar en el jardín sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las mujeres de la casa. Apenas
habían empezado, cuando Amaranta advirtió que Remedios, la ella, estaba transparentada por
una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda sintió que un delicado viento de luz le arrancó las sábanas de
las manos y las desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un temblor misterioso en los encajes
de sus pollerinas y trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el instante en que Remedios,
la bella, empezaba a elevarse. Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo serenidad para
identificar la naturaleza de aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo
a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas
que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban
con ella a través del aire donde terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para
siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria...



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